En
principio, la participación de ciudadanos evangélicos en la política no es
nueva. Hay precedentes que datan del siglo pasado. El primer creyente que tuvo
el privilegio de ocupar una curul en el Congreso peruano fue el contador José Ferreira
García, militante del Partido Aprista Peruano y miembro de la denominación IEP
(Iglesia Evangélica Peruana). Fue parlamentario en varios períodos congresales.
Ocupó la presidencia de la Comisión Revisora de las Cuentas del Estado y fue un
distinguido legislador honrado por representantes de diversas tiendas
políticas. Otro creyente que ocupó una curul fue el ingeniero químico Pedro
Arana Quiroz, pastor presbiteriano y representante invitado por el Partido
Aprista Peruano. Arana como miembro de la Asamblea Constituyente de 1978,
presidida por Víctor Raúl Haya de la Torre, compartió su fe y experiencia con
tribunos de la talla de Luis Alberto Sánchez, Ernesto Alayza Grundy, Andrés
Aramburú Menchaca, Héctor Cornejo Chávez, Fernando León de Vivero, Carlos
Malpica Silva Santisteban, Andrés Townsend Escurra, Javier Valle Riestra,
Ramiro Prialé y Luis Bedoya Reyes, entre otros.
LOS PIONEROS
José
Ferreira y Pedro Arana gozaron del respaldo cristiano. El trabajo de ambos fue
conocido en las iglesias, pero especialmente por la opinión pública. Fueron los
creyentes más representativos en la vida política del país hasta los años 80.
Ambos provenían de congregaciones con alto nivel de reflexión y debate social.
También les ayudó mucho la experiencia estudiantil y profesional que
desempeñaron con anterioridad. Ferreira fundó en su natal Cerro de Pasco, el
periódico La Antorcha, medio que le
permitió transmitir sus inquietudes sobre los problemas del país. Pedro Arana
hizo lo propio y fue uno de los pioneros de la Comunidad Bíblica Universitaria
(CBU) fundada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, conjuntamente con
Samuel Escobar Aguirre, otra de las mentes más lúcidas del pensamiento
evangélico contemporáneo en América Latina. Posteriormente, la CBU fue la base
para la formación de la Asociación de Grupos Evangélicos Universitarios del
Perú. El trabajo político de Ferreira y Arana fue respaldado con propuestas
para encontrar soluciones a los problemas del país.
El “boom” de
la participación evangélica en política llegó en 1990. Conjuntamente con
Alberto Fujimori, llegaron también 17 parlamentarios creyentes, entre ellos
once bautistas. Incluso la segunda vicepresidencia de la República fue ocupada
por el abogado y pastor bautista Carlos García García. Como todo fenómeno
social, eso ocurrió una vez en la vida. Los siguientes Parlamentos sólo
tuvieron uno o dos representantes creyentes, siendo los últimos, el pastor
bautista Pedro Vílchez Malpica (Cambio 90) y el ingeniero químico Walter Alejos
Calderón, congresista independiente por el departamento de Ayacucho y vinculado
en ese entonces a la iglesia presbiteriana, a quien conocí en los ochenta en
Huamanga, Ayacucho. Vílchez llegó a ser director ejecutivo del INABIF.
El siglo 21
llegó no sólo con la globalización, sino también con cambios radicales en las
iglesias cristianas no católicas, especialmente por la presencia del movimiento
carismático. Parafraseando al César romano, este movimiento “llegó, creció y se
extendió”, constituyéndose en el grupo más numeroso que congrega a cristianos
no católicos. Tiene su natural dinámica y estrategia de crecimiento, y, por
cierto, su propio liderazgo. Precisamente, sus dos mayores exponentes en la
política fueron el ex congresista Walter Alejos Calderón y el candidato presidencial,
y luego congresista Humberto Lay Sun. Ambos tienen trasfondo evangélico conservador.
El primero provenía de la Iglesia Presbiteriana de Huamanga y el segundo fue
pastor de la iglesia Alianza Cristiana y Misionera de Lince. La figura política
de Alejos fue conocida por su trabajo en aras de la regionalización y
descentralización, y la del arquitecto Lay Sun, por su participación en la
Comisión de la Verdad y Reconciliación.
LAS LIMITACIONES
Ya en pleno
siglo 21, en cada proceso electoral postulan aproximadamente un centenar de
candidatos cristianos no católicos que están en los diversos grupos políticos,
siendo la mayor parte miembros de congregaciones carismáticas e iglesias con
trasfondo pentecostal. Sin embargo, el desconocimiento público de estas
candidaturas se debe en parte al divorcio que hay entre las iglesias
evangélicas conservadoras y las comunidades cristianas de corte carismático.
Eso se puede observar en las últimas Ceremonias de Acción de Gracias por el
Perú, donde no participan los representantes de las iglesias Alianza Cristiana
y Misionera, y el Movimiento Misionero Mundial. Veamos algunas razones.
Primero.
La falta de consenso entre los aspirantes cristianos es un factor que debilita
el posible éxito político de los evangélicos en general. Si los cristianos no
católicos representan cerca del 15% de la población peruana, cómodamente
podrían tener unos 14 congresistas sin hacer costosas propagandas políticas. El
ejemplo lo tenemos en el FREPAP, brazo político de la Iglesia Israelita del
Nuevo Pacto Universal, que, a pesar de no ser una congregación evangélica, si endosó
los votos de sus feligreses y de la población en general. Pero, ¿habrá consenso?
Basta con mirar a las Ceremonias de Acción de Gracias por el Perú. Casi la mayor
parte de las iglesias y congregaciones participan, excepto iglesias grandes e
históricas como la Alianza Cristiana y Misionera, y el Movimiento Misionero
Mundial, entre los más conocidos.
Segundo.
Otro factor importante es la “representatividad” de los candidatos. En términos
generales, los evangélicos no se sienten representados por quiénes están
postulando a la presidencia y Congreso de la República. Eso no es por la falta
de méritos de los aspirantes que son creyentes respetados, sino por el
desconocimiento que hay entre las iglesias en particular y el liderazgo
cristiano, en general. La autoridad vertical aún prima en muchas congregaciones
y son los miembros quienes se alinean en la posición de sus líderes.
Tercero.
Un tercer aspecto es la falta de preparación de algunos candidatos. No basta
ser honrado ni trabajador para ocupar un puesto público, sino estar capacitado
para asumir esas funciones. Se espera que básicamente un candidato tenga una
idea de los asuntos públicos, experiencia exitosa en gestión pública o privada
y ética comprobada. Ciertos candidatos no tienen esos requisitos.
Cuarto. En
cuarto lugar, los creyentes aún no han aprendido a trabajar en equipo. Si para
una campaña evangelística en algún estadio no todos colaboran, difícilmente lo
harán para aliarse políticamente. No se trata de unirse eclesialmente, sino de
trabajar bajo algún nivel de coordinación. Existen postulantes en diversos
grupos partidarios, pero esta aspiración por cuestiones político-religiosas no es
posible, porque todos quieren ser las cabezas.
Quinto. Otro
factor es la participación de los pastores. No es que el ministro haga mal
participando en política, sino que no debe abandonar su rebaño. Su función es
ministrar la vida de los creyentes estén éstos en las iglesias, grupos,
Congreso, etc. La iglesia no es la estructura de cemento, sino el grupo humano
salvado por Jesucristo. Es un organismo no una organización. No se trata sí el
pastor debe participar o no, sino cómo y dónde lo hace. El pastorado es un
llamamiento bíblico y por lo tanto es irrenunciable. Algunos ministros han
dejado a sus congregaciones, otros han solicitado “licencia” y hay quienes hasta
manipulan a sus iglesias. Esta realidad distorsiona la participación de los pastores
en la política. La iglesia son los creyentes salvados por Jesucristo. Si hay
dos o tres creyentes en el congreso, ahí también está la iglesia que necesita
ser pastoreada y muchas personas para presentarles el evangelio.
Sexto. Un
sexto aspecto es el respeto a la libre participación de los creyentes en la
política. Todos tienen derecho a participar o simpatizar con los partidos que
crean conveniente. Nadie es dueño de la verdad. Sin embargo, al parecer la
“guerra sucia” también ha llegado a este sector electoral. Hasta por las redes
sociales se dicen “zamba canuta” y se insultan mutuamente. Esos agravios,
propios de bribones y zamarros, no es digno de quienes profesan la fe en
Jesucristo y, por lo tanto, polarizan a los creyentes inmaduros. Una de las
características del cristiano es respetar y amar a las personas, tanto mejor si
hay un vínculo de hermandad que los une.
Sétimo. Finalmente,
la iglesia evangélica en el Perú está viviendo un proceso de aprendizaje. Es
bueno que los creyentes se preparen para asumir algún día mayores responsabilidades
públicas. Las herramientas y los medios de gestión para ese aprendizaje están
en los libros, universidades, idiomas y tecnología de la información. Cualquiera
sea la especialización del creyente debe escribir libros, optar estudios de
post grado, hablar otro idioma y conocer las tecnologías. La globalización va
por ese rumbo y los creyentes no deben quedarse atrás.
CÉSAR SÁNCHEZ MARTINEZ (Lima, 1957) es periodista y escritor.
Especializado en Economía, Liderazgo y Ciencias Bíblicas (Historia y Geografía bíblica),
tiene publicados más de mil artículos en temas de su especialidad. Es miembro
de la Primera Iglesia Bautista del Callao desde 1974.
cesarsanchez05@gmail.com
WhatsApp: (51) 9 4917 2202
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